¿Hay que perdonar a los difuntos?
 

 

A veces guardamos rencor a los que ya se han muerto, sobre todo a los que nos han hecho daño de un modo terrible. Incluso si nos cuesta confesárnoslo. ¿Es realmente necesario perdonar?

En efecto, Dios se ocupa de ellos según su justicia, pero también su sabiduría y su misericordia. Un cristiano, incluso si es muy difícil, puede pensar que Jesucristo ha muerto también por ellos. Y que en el Padrenuestro, esta oración que hemos aprendido del mismo Jesús, somos invitados por El a decir: "Perdónanos nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden".

Pero, incluso sabiendo esto, a cristianos o no cristianos les costará siempre mucho perdonar ciertas cosas, por ejemplo el mal que han hecho a uno de sus hijos; o una historia de herencia en la que han tenido la impresión de haber sido víctimas de una injusticia, etc.

El cristinismo no es, como creemos a menudo, una lista de obligaciones, de cosas que hay que hacer o no. El cristianismo es pedir al Buen Pastor que venga en nuestro auxilio cuando estamos en dificultades. Jesús sabe que por nosotros mismos no sabemos perdonar ciertas cosas, es demasiado duro. Lo sabía cuando dijo: "sin Mí no podéis hacer nada".

Así pues, perdonar es desear perdonar, pedir ayuda a Jesús en la oración, diciéndole: "Ven a hacer en mí lo que yo no consigo hacer". A veces hará falta mucho tiempo, pero lo importante es reconocer que tenemos que perdonar y pedir a Jesús que perdone en nosotros, con nosotros. El resto ya vendrá, en su momento, pero de un modo completo. Es lo que le pasó a una joven cuyo marido se había suicidado. Sin darse cuenta, le guardaba mucho rencor por haberla abandonado. Después se dio cuenta, y con la ayuda necesaria se puso a pedir la gracia del perdón. Para ella fue una verdadera liberación.

Una liberación

Se trata, en efecto, de una verdadera liberación para el que perdona. Estamos, como lo ha mostrado Jean Laffite en su libro El perdón transfigurado, unidos al que nos ha hecho daño por una herida causada por la ofensa. Y, mientras dejemos esta herida abierta, es como si el que nos ha herido continuara teniendo un poder sobre nosotros y haciéndonos daño. No somos libres con relación a nuestro rencor y a nuestro sufrimiento. Y cuando el autor de nuestra herida está muerto, la profundidad de ese nexo corre el riesgo de hacerse más grande, puesto que el autor es inalcanzable.

Así pues, si descubrimos un rencor así con relación a alguien muerto, dejémonos ayudar si lo necesitamos y entremos en un proceso de perdón con la gracia de Dios.

Los no cristianos pueden vivir el mismo proceso, pues Dios no reserva su gracia a aquellos que le conocen y le siguen de un modo explícito. Perdonar no es decir que no ha pasado nada. Es un acto divino, es "crear" al otro de nuevo. Un no-cristiano puede también seguir los pasos de Dios a su manera, y sentirse libre de nuevo.


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